LOS NIÑOS DE GAZA.

Más de cien niñas y niños palestinos ya han muerto en la franja de Gaza y otros cientos están quedando huérfanos a cada hora. Algunos están naciendo en condiciones infrahumanas. Una escuela acaba de ser bombardeada. Los daños sicológicos son irreversibles para estos pequeños que están al borde de la muerte cada segundo. “Muchos niños han dejado de comer. Están apáticos y casi no hablan. Están pegados a sus padres día y noche”, explica Sajy al-Mughani, de Unicef. “Sin electricidad viven con miedo a la oscuridad” completa.


Nadie duda del derecho de un país a defenderse del ataque. En este caso, pacifistas militantes como Daniel Baremboin o el escritor Amos Oz, respaldaron a Israel para resguardar a sus habitantes de los misiles, pero está claro que todo tiene un límite y ese límite es terminante cuando se trata del derecho a la vida de los niños y niñas más allá de cualquier nacionalidad, etnia o religión.

En las calles vacías sólo se escuchan el llanto de los chicos, que se oyen desde las casas palestinas. Sin vidrios, el frío corroe las noches y no hay plásticos ni abrigos para protegerse. El psiquiatra Taysir Piad cuenta que vive en el campo de refugiados de Jabaliya y, encerrados, esperan la llegada de los tanques. “Todos tenemos miedo; sólo oímos bombas, helicópteros y aviones. Mis cinco hijos, cuando oyen el vuelo de los F-16, empiezan a gritar. Las consecuencias psicológicas para los más pequeños serán terribles.”

En los hospitales de Gaza falta de todo: las urgencias están llenas de heridos y el suelo está cubierto de sangre. Las amputaciones de heridos se multiplican por la falta de equipos médicos y medicamentos, señalan fuentes hospitalarias. “La ciudad de Gaza está muerta. Los aviones y los helicópteros la sobrevuelan las 24 horas. Yo creía que las bombas se oían al caer, pero no hay aviso”,dice Alberto Arce, activista de una ONG, y agrega, “ se ven escenas terribles, por ejemplo se nos murieron tres niños de una misma familia en la cara.”

Como Seres Humanos debemos honrar nuestra cualidad y dejar para siempre el horror de la guerra. Si nuestros gobernantes no saben o no quieren hacerlo, los ciudadanos debemos exigir el fin de la era de la barbarie. Nadie obligó a Israel a esta guerra y así como entró es su obligación –en honor a su historia- salir y dar una muestra de predisposición a una convivencia (es cierto, cada vez más lejana) pero siempre posible.

La guerra debe terminar hoy mismo antes de que muera un solo niño, una sola niña más y el mundo debe agotar todas las instancias para evitar que más sangre continúe enlutando Medio Oriente en una batalla sin sentido donde la humanidad pierde con cada día en que se aumenta el espiral de la venganza.

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