G20: EL VIRAJE NECESARIO PARA UN MUNDO POSIBLE

La crisis de 2008 y 2009 demuestra que la debilidad de las instituciones de la democracia en la era Bush en Estados Unidos hicieron posible que esta implosión de la economía en plena globalización se distribuyera por los canales de un mundo cada vez más intercomunicado e interdependiente, como las venas de un cuerpo y contagiara cual virus economías supuestamente fuertes como la española, irlandesa o la islandesa, y se llevara puesto incluso gobiernos como el Checo.


El capitalismo para funcionar sólo puede sustentarse en un sistema democrático fuerte, con controles entrecruzados, que eviten que el mercado pueda concretar la avidez por un lucro desmedido. Sin ese control social no es posible ni lo uno ni lo otro, ni un capitalismo duradero, ni un sistema democrático y mucho menos combatir la pobreza o cumplir con las metas del milenio. Este desmadre mundial demostró que el consenso de Washington estaba y está vivo y están intentando mantenerlo a flote a costa de inyecciones de dinero de los Estados con dinero de los contribuyentes que se empobrecen con la promesa de la salvación.

Los argentinos conocemos de crisis. En 2001-2002, la crisis nos obligó a cambios estructurales. También aquí fallaron por décadas los controles y el empresariado encontró en un Estado corrupto, que lejos de controlar, un socio ideal para desangrar el país sin importar los millones de personas que entraban a la pobreza cada día. Todavía vivimos las secuelas de las generaciones de argentinos que no conocen un trabajo en blanco. La semana de los cinco presidentes obligó a tirar por la borda la convertibilidad (que parecía intocable semanas atrás) y pensar otros modelos de país y de inclusión social, todavía en deuda con el 30 por ciento de la población.

Esta situación mundial de gravedad inusitada, puede tomar algunos aprendizajes de la crisis vernácula para incluir en la reunion clave de los 20 países más poderosos. Toda crisis es un efecto de regulación de un sistema que siempre es directamente proporcional a los eventos que la produjeron. Por lo tanto es fundamental hacer cambios profundos, no queda tiempo para seguir maquillando la realidad. De tanto atrasar decisiones hoy nos encontramos con un planeta ardiendo por el cambio climático, cientos de millones de personas excluidas y migrantes, mil millones sin acceso al agua potable, entre otras barbaridades que ya no podemos permitimos como especie.

Es tiempo de volver a pensar el sistema financiero mundial, porque fue este el que nos llevó al desmadre actual y que no puede ser al mismo tiempo el problema y la solución, con controles cruzados y en función de los problemas reales que incluya a los excluidos. También de revisar la forma de producción por una más limpia que permita la vida en un mundo al borde del colapso ecológico. Además es fundamental dar participación a actores sociales como contralores de los problemas que hoy atravesamos como sociedad global: pobreza extrema, riqueza extrema, dificultad de gobernabilidad, narcotráfico, falta de políticas públicas y creatividad para enfrentar los desafíos que plantearon los objetivos del milenio y erradicar el sufrimiento mundial, más allá de salvar a bancos o automotrices.

En fin, el desafío del G20 es enorme, pero no por el poco tiempo destinado a la cumbre sino por el cambio cultural y los intereses económicos que son necesarios enfrentar con suma decisión y fuerte liderazgo en todos los estamentos de la sociedad para que los cambios sean posibles e inmediatos para los tiempos que se vienen.