Se debate el final de las imágenes religiosas en edificios públicos

Alicia Cytrynblum*

La semana próxima se tratará la prohibición de la presencia de imágenes religiosas en los edificios públicos en la Ciudad de Buenos Aires. Esto agudiza la discusión que tiene como uno de sus  protagonistas la posición católica y que desde una mirada exclusivamente propia, se pregunta: “¿a quién puede hacer mal una imagen religiosa católica en un edificio público?”. La respuesta a ese planteo que de tan inocente parece obvio aunque por eso mismo vale la pena contestarlo, porque nada más persuasivo y peligroso que la simpleza para algo que precisa un abordaje complejo. ¿A quién puede molestar una simple imagen religiosa católica que no hace nada ahí en una pared? Ensayemos algunas respuestas: A muchísima gente. Para empezar a cualquiera que no profese ese credo y se encuentre en inferioridad de condiciones. Esa persona podrá sentir que su “no ser católico” pueda perjudicarlo en un juzgado o una comisaria que desde sus ornamentaciones demuestra que sí lo es. Claramente, una imagen religiosa en un espacio donde se ejerce el poder como lo es un edificio público es un hecho de discriminación religiosa de gran riesgo sicológico para quienes no pertenecen a la religión dominante. Por otro lado, genera dentro del espacio donde la imagen está situada, el hecho inconsciente de que se debe favorecer a quienes profesan el catolicismo por encima de los demás. Se debe agregar un riesgo extra, los trabajadores del mismo espacio que no son católicos, que puedan vivir fantasmas, ciertos o no, que existan techos de cristal para posibles promociones o estancamientos de sus carreras.

Un caso concreto, por bastante tiempo, quienes buscaban adoptar, cuando había organizaciones sociales encargadas de realizar carpetas de antecedentes, por ejemplo, circulaba el rumor que los aspirantes que habían realizado su carpeta en el hogar “San José”, de origen católico, recibieron niños o niñas en adopción más frecuentemente que los que lo hicieron en otras organizaciones o en el mismo Estado. Como no existen datos fehacientes es difícil de comprobar la realidad de este hecho, pero sirve el rumor para ver como incide la percepción de la combinación religión mayoritaria-Estado nacional es vulneratoria de las necesidades de las minorías.   

Otras personas que pueden sentirse excluidas son quienes profesan otras religiones o ninguna, y que forman parte del intenso e integrado entramado social de nuestro país y sólo cuando se encuentran con las imágenes religiosas en espacios públicos advierten, por primera vez,  que pueden ser discriminadas y se sienten diferentes y en riesgo potencial. En ese lugar, se enteran que hay espacios muy importantes como la justicia o la policía, que se supone que deben ser ciegas a las diferencias.

Por lo tanto, nuestro país pionero en leyes antidiscriminación, se debe un debate serio y profundo que vaya más allá de preguntas simplificadoras, y de gran penetración por su extrema simpleza, que miren el país desde una percepción decimonónica cuando todo era cristiano, antes del primer aluvión inmigratorio que trajo tanta variedad de religiones y culturas para nunca parar, que la da riqueza a cada una de las expresiones de nuestra cultura, e incorpore la diversidad y la fortaleza de la sociedad argentina en su conjunto a esta actualidad de 2011, donde priman los derechos civiles que pone el acento en la inclusión de cada uno de sus habitantes como una conquista que mejora la vida social en su conjunto.

*Presidenta Periodismo Social


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